* El conformismo más grande después de culminar de segundo de la Copa, es darle más valor al dinero que obtienen todos, y no a ese objetivo fallido que era ganar el certamen.
Qué karma tiene que seguir soportando el pueblo colombiano, cuando se trata de conquistar un título internacional por parte de una selección Colombia.
Hasta el más escéptico de los fanáticos veías grandes posibilidades de acceder a ese ansiado título de Copa América en el 2024. Una estructura sólida, un técnico de gran conocimiento e individualidades de categoría hacían pensar que era el tiempo acorde, pero no fue así: una vez más apareció esa ausencia de jerarquía, y el verdadero compromiso de jugadores que quizás fueron infravalorados.
En el partido en el que debían aflorar con su bagaje, no aparecieron James, ni Luis Díaz por citar dos nombres, de esos que tanto ama y aclama la afición pero que en Miami se quedaron cortos, diezmados e irreconocibles.
Sin Messi en el campo (por lesión) a falta de casi el 40% para terminar las acciones, Colombia no encontró el camino y casi sobre el final del tiempo suplementario fue Laurato Martínez, quien sacó a relucir su trayectoria para liquidar a Colombia (1-0 y la Copa para Argentina).
Un dolor inmenso que queda en la afición, y hasta en el periodismo de criterio, que sin duda veía una estructura ideal para llevarse el título, pero como siempre faltaron esos líderes que a veces sin jugar bien, ganan partidos claves y suscitan esa alegría a una afición.
Lo de este domingo en Miami es una muestra más que nos falta avivarnos en un campo de juego, que hay que aprender a jugar con las inconsistencias arbitrales, y que se debe instar al reclamo y a la presión, cuando por ejemplo una pena máxima no es sancionada, sobre todo cuando el rival sí se acerca al juez con vehemencia para que no altere el curso de un partido.
Señalamos y hasta puteamos a personajes como Emiliano ‘Dibu’ Martínez, pero en el fondo tenemos que aprenderle de él, y es que no se puede ocultar su sagacidad para imprimirle liderazgo a las acciones, sobre todo cuando el cacique mayor (Messi) se retira por una molestia física.
¿Y ahora quien podrá defendernos? dice en son de interrogante el afamado Chespirito reclamando a su personaje el ‘Chapulín’ Colorado una acción de ayuda. Ese lema puede ser direccionado a una Colombia, que siempre busca salvadores externos, cuando es su actitud la que debe modificar, para acercarse a los logros.
No siempre el que juega mejor o hace las cosas bien, gana; está comprobado que el fútbol lo acompañan actitudes de osadía y hasta mañosas, así el mundo exterior te tabule mal. Hoy Colombia se durmió, esperando nobleza, lealtad y reciprocidad de una Argentina que se vale de cualquier cosa para lograr su objetivo, porque para los gauchos ‘el fin justifica los medios’.
Pero no hay porque preocuparse ese malestar e insatisfacción quizás dure sólo 48 horas en el futbolista colombiano, ya que con los premios que obtienen por ese subcampeonato, sin duda alivian ese pesar (siete millones de dólares, premio económico que dispuso la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) para el equipo que quedara en segundo lugar. A ello se suma que, por el hecho de participar en el certamen, la Tricolor recibió dos millones de dólares).
Ellos al final con ese bálsamo; mientras el pueblo colombiano mantiene esa desazón que le deja el fracaso de soportar otro ‘casi’, o ese gracias de un sector de la prensa, que no es más que un rancio tributo al conformismo.