Las mujeres “no tienen nada que hacer” en un estadio de fútbol, afirma un joven aficionado argelino, resumiendo la opinión más extendida en las gradas. Ninguna ley prohíbe el acceso de las mujeres a los estadios en Argelia, pero el fútbol es un territorio masculino en el país.
Hasta los años 1980, muchas de ellas compartían las gradas con los hombres. Eran “los buenos tiempos”, recuerda Djahida, una esteticista sexagenaria.
Los nacimientos de sus dos hijos alejaron de los estadios a esta aficionada al fútbol. Luego llegaron los años de guerra civil, entre 1992 y 2002, en los que se evitaba cualquier lugar público.
Y ahora es impensable para ella volver a animar a su equipo, ya que teme ser insultada o incluso agredida en las tribunas llenas de hombres, en su mayoría jóvenes, que dicen abiertamente que las mujeres no son bienvenidas.
“Si las mujeres quieren ver un partido de fútbol, que vayan a ver jugar a las futbolistas y que nos dejen entre nosotros”, dice Sid Alí, un desempleado de 22 años, provocando la risa de sus amigos reunidos ante el campo de su club favorito, el USMA de Argel.
“Necesitamos desahogarnos entre chicos”, prosigue el joven, que luce una cresta decolorada, dando a entender que la presencia de mujeres incomoda a los hombres, especialmente cuando intercambian insultos de carácter sexual entre ellos.
– Válvula de escape –
Kamel, otro desempleado de 20 años, opina lo mismo que Sid Alí: las mujeres no deberían ir a los estadios.
“¿Por qué nos quieren invadir si ya tienen sus telenovelas?”, dice el joven, que viste un chándal rojo y negro, los colores del USMA. “Están en todas partes, por lo menos el estadio es nuestro”.
Las mujeres, que quedaron confinadas en el espacio privado durante los años de ascenso del islamismo y de la guerra civil, empezaron luego a reconquistar parcialmente el espacio público. En la ciudad, las mujeres y las adolescentes regresaron a las calles, abandonadas durante “los años negros”, y también frecuentaron lugares antaño exclusivamente masculinos, como los cafés y los restaurantes.
Para algunos hombres, el estadio de fútbol es, por tanto, el último bastión de la virilidad, y se ha convertido en una válvula de escape para el malestar de los jóvenes argelinos, a menudo desempleados y sin perspectivas de futuro, explica a la AFP la socióloga Yamina Rahou, del Centro de Investigación en Antropología Social y Cultural de Orán (CRASC).
Para ellos, las gradas son el único lugar donde pueden expresar su ira y sus frustraciones sin freno, en una sociedad con múltiples tabúes, donde hay pocas actividades de ocio para quienes no tienen dinero.
– “Un mínimo de dignidad” –
Aunque no son bienvenidas en los estadios, muchas argelinas sienten pasión por el fútbol, como se puede comprobar al verlas celebrar las victorias de la selección nacional por las calles de Argel.
Las mujeres asisten sin problemas a los partidos de otros deportes como el balonmano o el baloncesto, pero ir a un partido de fútbol “es un suicidio” para ellas, considera Samia Brahimi, una estudiante de 25 años aficionada al balompié.
En las gradas, los hinchas argelinos se lanzan a menudo diversos proyectiles, y las afueras de los estadios son con frecuencia escenario de enfrentamientos entre aficionados o con las fuerzas de seguridad.
Las tribunas son además lugares poco acogedores, con asientos de cemento incómodos y sucios, baños mugrientos y carecen de retretes reservados para las mujeres.
“No pedimos estar como en las gradas de Roland-Garros, pero [se necesita] un mínimo de dignidad”, dice Djahida.
Dounia Hadjeb, presidenta de la Asociación de Promoción del Deporte Femenino, denuncia la ausencia de voluntad de cambiar la situación actual. En los palcos de los estadios, los responsables políticos y los dirigentes del fútbol argelino no acuden nunca con sus esposas ni con sus hijas, recuerda.